Relaciones democráticas al interior de la familia
En la construcción social de las relaciones de
género, el eje central está situado en la dominación masculina y la
subordinación femenina. La identidad es construida por el deseo y el
inconsciente, la historia personal, las relaciones en la familia, la escuela y
otros contextos. La identidad de género comienza a construirse tempranamente,
pero puede ir transformándose a lo largo de todo el ciclo vital. Este proceso
de construcción se realiza al principio en las relaciones primarias y luego es
reforzado o transformado durante las experiencias que se desarrollan en los
grupos de pares, amigos, novios, en la escuela, el lugar de trabajo y otros
espacios de pertenencia.
Con
respecto al poder, una relación de este tipo de los hombres sobre las mujeres
es legitimada socialmente y convertida en autoridad masculina. El modelo
patriarcal de familia se funda en el supuesto de complementariedad entre
varones y mujeres, con una posición jerárquica diferente. La organización del
poder está basada en la jerarquía masculina y, por lo tanto, legitima el poder
de los varones. Un modelo familiar diferente, más democrático, se caracteriza
por la simetría de las posiciones de los adultos en el grupo familiar. Este
modelo sostiene un criterio igualitario del poder y de la autoridad entre varón
y mujer, y un enfoque democrático y consensual de la crianza de los hijos. En
las relaciones simétricas, tanto hombres como mujeres poseen las mismas
obligaciones, ninguno tiene específicamente prerrogativas y se puede establecer
la interdependencia en la relación asociada a la autonomía de los sujetos,
considerándolos en su integralidad.
Los
procesos de formación en democratización familiar, tienen como objetivo
promover herramientas en los y las
participantes para desarrollar conciencia sobre los estereotipos de
género a través de los cuales se
relacionan en sus familias y en las diferentes esferas de su vida cotidiana y
con los cuales juzgan y evalúan la vida propia y la vida de los demás.
Cuando
hablamos sobre la erradicación de la violencia de género, el enfoque de la
prevención ha sido uno de los temas menos debatido y menos esclarecido, por
razones múltiples. Se visualiza como un tema que no puede ser fácilmente
medible y, por tanto, evaluable. Las políticas de atención o de sanción cuentan
con todo tipo de registros: casos atendidos; denuncias realizadas; casos
llevados a la justicia; demandas registradas.
En
México con el equipo de democratización familiar se desarrolló un análisis de
las transformaciones de las representaciones sociales de género de los y las
participantes en los procesos de formación de los diplomados. Este tipo de
registro se realizó a través de un cuestionario cualitativo aplicado al
comenzar el proceso de formación, al igual que evaluaciones periódicas al final
de cada módulo donde los y las participantes autoevalúan sus propias
transformaciones en un taller de reflexión colectiva. Así, al finalizar el
proceso de formación, se aplicó un
cuestionario con preguntas que exploran sus concepciones de género y relaciones
familiares.
Este
resultado muestra que los programas de prevención necesitan un largo plazo para
poder tener un impacto que ofrezca repercusiones en una mayor equidad de
género, pues la evaluación informa un proceso de transformación de las
creencias, emociones y conceptos en torno al género.
La
violencia hacia las mujeres tomo importancia para el ámbito de los derechos
humanos, y se volvió relevante para la agenda internacional, pero a pesar de
esto, las mujeres siguen siendo objeto de violencia. La Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) entiende que la violencia hacia la mujer es el factor central de desigualdad
y de discriminación en las relaciones entre varones y mujeres. Los aspectos
políticos y los aspectos jurídicos de la violencia de género resultan claves
para reflexionar sobre el enfoque que ha prevalecido en términos de su
regulación, definición e implementación de políticas-
Una
de las raíces del problema es que el enfoque que se adopta para entender e
intervenir sobre la violencia de género. Puesto que cada enfoque ofrece
diferentes perspectivas para ver el problema y en consecuencia, es diferente la
forma de actuar en el ámbito político. Así, por ejemplo, el concepto de víctima
con que se manejan las políticas de erradicación de la violencia de género o
los conceptos de víctima y victimario remiten a un vínculo cristalizado en una
relación de dominación donde las políticas gubernamentales tienen que adoptar
un criterio de salvar a la víctima y de sanción al victimario. Lo que no se
visualiza, es que desigualdad y violencia van de la mano y en la medida que
solo vemos y actuamos sobre los resultados de la violencia no estamos actuando
sobre uno de los generadores de su reproducción, los cuales son los modelos que
se repiten y recrean constantemente en las familias. En cambio, si enfrentamos
la desigualdad mediante la prevención de la violencia estamos atacando la raíz
de la dominación, transformamos el patrón que genera los mecanismos de
repetición de violencia y dominación, por lo que apostamos a interacciones
democráticas y libres.
El
concepto de prevención de violencia de género en las familias se relaciona con
la posibilidad que desarrollan mujeres y hombres de construir vínculos que se
basen en la corresponsabilidad entre los géneros y los derechos humanos de cada
miembro de los grupos familiares. Entonces
una familia democrática supone un proceso de construcción de reglas a
través de acuerdos que conllevan negociaciones que implican varios procesos
simultáneos, la escucha del otro/a para desarrollar empatías, la introspección
para reconocer deseos personales y a partir de ahí la posibilidad de romper
silencios dialogando. Es decir, requiere tanto el contacto con uno mismo como
la empatía con los otros.
El
enfoque de democratización familiar promueve procesos de corresponsabilidad
entre los géneros, reconocimiento de la autoridad de las mujeres
equitativamente con los hombres, reconocimiento de los niños y niñas como
sujetos de derechos y agentes activos en la toma de decisiones familiares.
Promueve procesos de transformación de los sistemas de autoridad familiares, en
función de que las políticas públicas reconozcan las nuevas diversidades
familiares, afianzando el poder y la autoridad de las mujeres, el respeto a las
elecciones sexuales diversas, la conciliación entre familia y trabajo para las
mujeres y el desarrollo de nuevas masculinidades que puedan participar en los
procesos de equidad y democratización de las familias.
La
mayoría de los datos en México y en el mundo señalan que los agresores en la
vida doméstica son, en mayor proporción, el padre y esposo de la víctima, y en
menor proporción, la madre. La extensión del fenómeno nos indica que las raíces
de dicha violencia hay que buscarlas en prácticas de autoridad y de relaciones
entre géneros que se fundamentan en valores e ideologías legitimados
socialmente que justifican el maltrato.
La
gravedad del fenómeno también se basa en las interrelaciones del fenómeno de la
violencia en la vida privada y en la vida pública. Los microcosmos y
macrocosmos de la violencia tienen raíces
comunes, valorativas y económicas – sociales: las concepciones sociales
de género y de autoridad y la tolerancia y justificación de la descripción de
los mecanismos de protección social, que se han agudizado con las políticas
neoliberales y ajuste económico en las últimas décadas. S
Los
cambios en las estructuras en México en las últimas décadas representan
parcialmente respuestas a la crisis y al
deterioro económico de los grupos domésticos, pero también reflejan cambios
demográficos y valorativos del concepto de familia y de las identidades de
género, es decir, la mayor variedad de estructuras familiares que significan
nuevas pautas de convivencia, así como nuevos sistemas de autoridad. Algunas de estas nuevas estructuras
implicaron cambios en las relaciones de género y autoridad cuando la mujer es
jefa y no depende de ninguna autoridad masculina, o cuando las mujeres trabajan
y participan en el mundo público.
Para
enmarcar el concepto de democracia en todos estos procesos de transformación
tanto en la esfera pública como en la privada, se hace necesario pensar en el
desarrollo de las políticas sociales que favorezcan una concepción de género
que promueva la democratización de las familias, lo cual supone la
responsabilidad paterna y domestica del hombre y la mayor autonomía y autoridad
femenina.
La
desigualdad de derechos y deberes hacen que surja la necesidad de desarrollar
políticas públicas que incidan en los espacios familiares para lograr una
distribución más equitativa de derechos y responsabilidades. Es importante
considerar a la familia como un espacio que puede democratizarse, sobre todos
entendemos a cada miembro del grupo familiar, hombre, mujer, niña o niño, como
sujeto de derechos, deseos e intereses diferenciados, todos igualmente
legítimos y con igual derecho a incidir en la estrategia familiar.
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